Es una institución que se centra en la inmigración italiana en el Chaco. Funciona en la casa ubicada en la calle Santa Fe al 3100, la cual perteneció a Luis Geraldi y familia.
El jueves las puertas del Museo Luis Geraldi se abrirán para recibir a todos aquellos que quieran conocer aún más sobre la maravillosa historia de quienes pusieron literalmente los primeros ladrillos de esta ciudad.
La organización y coordinación es llevada adelante por el actual responsable del Museo, Marcelo López Ullman, a través del Instituto de Cultura del Chaco. Don Luis Geraldi, construyó su casa en 1878 en la zona más alta del lote 216.
La levantó con sus propias manos. Las paredes eran palo, techo de paja y cuero de animales en las puertas. Seis años después, cuando Don Luis tuvo una ladrillera, modificó la casa levantando las paredes con ladrillos asentados en barro y cambió la paja del techo por palmas.
Para entonces, la familia había crecido con ocho hijos. Geraldi falleció en 1941, a los 95 años, y su casa siguió habitada por sus descendientes, quienes luego la donaron a la Municipalidad de Resistencia con la condición de que sea preservada y convertida en museo.
UN LUGAR EMBLEMÁTICO
Fue declarada Patrimonio Histórico Cultural de la Provincia del Chaco en 2002, por decreto 835. Con el acervo se relata la llegada de los inmigrantes a la Argentina y principalmente el traslado de los italianos a la Colonia Resistencia. Los objetos expuestos fueron donados por diferentes familias de inmigrantes y sus descendientes.
Se trata de un lugar emblemático para todos los habitantes de la Ciudad de Resistencia, quienes al visitar la Casona se transportan a los 141 años de historia, a los primeros inicios de la Colonia Resistencia, aventuras y desventuras de una gran cantidad de familias extranjeras, sobre todo italianas, que sembraron, trabajaron la tierra y han forjado este territorio.
Llegar aquí es remontarse en el tiempo y el espacio; es experimentar con los ojos, el olfato, el tacto, el gusto y el oído; y un poquito la memoria de una etapa que significó ser quienes somos.
Se trata de entrar en contacto con la identidad propia, revalorizar tradiciones culinarias u oficios que aún perduran en los hogares, a través de los ciclos gratuitos de “Memorias italianas” que ofrece el museo.
Es además recorrer el patio con atractivas historias y anécdotas, disfrutar las plantas y árboles, maravillarse con la planta de guapurú que dos veces al año ofrece sus frutos trepados en las ramas y troncos.
REAPERTURA
Debido a un nefasto incendio y posteriores robos, el museo estuvo cerrado durante un año y tres meses, por lo que en marzo se dio inicio a la obra de restauración, arreglos y mejoras, con la gran ayuda y colaboración del Ministerio de Infraestructura de la provincia del Chaco, que junto con el equipo y personal del propio museo trabajaron para poder reabrir al público.
Es así que el próximo jueves 25 de abril, a las 10, se realizará la ceremonia de reapertura, acompañada de una kermés con espectáculos artísticos, a la que se invita a toda la comunidad a participar de manera gratuita.
SU ROL SOCIAL
Cabe destacar que el Museo Geraldi no se trata de un lugar donde solamente existe una colección de objetos y acervos de valor patrimonial, sino que además cumple una importante función social dentro de la humilde comunidad de Villa Elba.
En dicho barrio, el museo es un espacio donde se trabaja y afianza la labor desde hace varios años junto con otros organismos de la barriada, como ser la Residencia de Adultos Mayores, Hogar San José; la Escuela Primaria Brigadier Cornelio Saavedra; la Biblioteca Popular Padre Barzana; la Escuela Secundaria 28 Lorenzo Winter y las instituciones religiosas Orden de las Hermanas Clarisas y las Hermanas Siervas del Santo Corazón de María, además de la Comisión Vecinal del barrio, el Centro de Salud y el muy concurrido merendero del barrio.
MUSEO GERALDI: LA LUCHA CONSTANTE POR CONSERVAR EL PATRIMONIO
Por Ing. Daniel López Geraldi (tataranieto de Luis Geraldi)
Cuando era niño recuerdo contemplar con mi abuelo Seferino Geraldi, la chimenea
Codutti, que está justo frente a la casa de mis abuelos, avenida Hernandarias de por
medio.
Inquieto como era él en temas culturales, una de sus preocupaciones, me comentaba, era
salvar esa chimenea como recuerdo de una época en la que Resistencia fue industrial,
anhelo que compartiera con otros.
Como es de imaginar, esa inquietud también estuvo presente toda su vida para preservar
la casona de sus abuelos, algo que no llegó a ver.
Cuando llegaron los primeros colonos friulanos, la política inmigratoria de la época
contemplaba la adjudicación de tierras. A mi tatarabuelo Luis, abuelo paterno de
Seferino, le correspondió una chacra con mil metros de frente sobre lo que hoy es la
avenida 25 de Mayo, contados desde donde se intersecta con la actual Ruta Nacional N
11, aproximadamente, por otros mil metros de fondo, hasta cruzar el Rio Negro, zona
que hoy se conoce como Villa Elba.
Al fallecer Luis, sus herederos, que eran numerosos, lotearon la chacra. En ese entonces
la Municipalidad exigía la reserva de espacios para uso público en los loteos de esa
magnitud. Seferino, en acuerdo con otros de los familiares, se las ingeniaron para que la
casona de sus abuelos quedara comprendida dentro de uno de esos espacios públicos, de manera que se conservara para el futuro.
No tuvo éxito
En los cerca de 50 años que transcurrieron entre la muerte de Luis y su propia muerte,
Seferino solo logró ver como la casona quedaba abandonada. En el predio con destino a
uso público se construyó una escuela secundaria, que sería, curiosamente, némesis y
salvación.
Cuentan que hubo una directora de la escuela que la mandó a destechar, diciendo -
palabras más, palabras menos- que sacando las chapas desaparecería más rápido “ese ranchito”. Sin embargo, fue el Club de Ciencias de esa misma escuela el que descubrió
la historia del ranchito, en la segunda mitad de la década de 1990.
Una serie de casualidades felices, la intervención de Inés Serezo y sus entusiastas
alumnos del Club de Ciencias, Susana Geraldi, Marilyn Cristófani, Ertivio Acosta y su
esposa, entre otros, hicieron que el ranchito semiderruido, con tanta historia simbólica
atrás, pase de su abandono a museo y sitio histórico, luego patrimonio. Unos lustros
después, inimaginablemente, se retrocedió y el museo de la casona estuvo cerrado más
de un año. Afortunadamente una gestión más cuidadosa con el patrimonio logra ahora
reabrirlo.
Con este repaso apurado de los avatares de la casona quiero dar lugar a reflexionar
sobre la conservación del patrimonio.
Resistencia es una ciudad relativamente joven. Los objetos y lugares que fueron
integrándose a su patrimonio no parecían tan importantes hace 80 años, salvo para unos
pocos con una visión más profunda. Gracias a esos pocos y otros que los continuaron, se
conservan hoy algunas de las cosas que a lo largo de la historia nos individualizan.
Pero esa no es una lucha acabada o que lo vaya a ser algún día. Mantener el patrimonio
en condiciones, frente al deterioro del tiempo y la dejadez de algunos, es una tarea
constante.
Más aún, deben esperarse acciones tendientes a la destrucción del patrimonio. En estos
días todos tienen en mente Notre Dame. Tal vez muy pocos sepan que en 1792 la
Revolución Francesa hizo decapitar todas las esculturas de los reyes bíblicos de la
fachada. En ese entonces la catedral ya tenía unos venerables 600 años.
Y es que el patrimonio es un símbolo potente de la historia y de las circunstancias. El
patrimonio es cultural, pero también lleva una carga política, que muchos quisieran
borrar.
En el caso de la casona, su permanencia nos recuerda la osadía de esos friulanos que
dejaron todo atrás para seguir la ilusión de un porvenir mejor. Hoy día, me consta, es
muy difícil conseguir que los jóvenes dejen su zona de confort para ir a trabajar lejos de
su lugar de origen, aunque en este último solo languidezcan.
La casona también recuerda una época con una atrevida política inmigratoria, que logró
poblar y vigorizar a la Nación durante el proceso de organización posterior a la
Constitución Nacional de 1853. Los gobernantes de entonces buscaban objetivos
específicos, amparados por aquello de “todos los hombres del mundo que quieran
habitar el suelo argentino”.
No había un rechazo al extranjero, se lo buscaba de manera
ordenada para un fin claro, otorgándole lo necesario para conseguirlo: bonificaciones en
el pasaje, tierras y herramientas, entre otras cosas.
Visto de esta manera, el mensaje de la casona es provocador para nosotros en nuestro
presente, nos reta, nos desafía y, probablemente, algunos lo rechazarán con estrechez de
miras.
Yoli Odria, bisnieta de Cira Geraldi, hija de Don Luis
Como descendiente de Luis Geraldi quiero expresar el reconocimiento de la próxima
reapertura del Museo y además compartir los ruedos de los primeros pasos cuando se
iniciaba la recuperación de la casona juntando donaciones de los acervos que
pertenecieron a mis antepasados Luis, su señora y su hija Cira mi bisabuela entre otros.
Estas donaciones se realizaron en varios viajes hace veinte años visitando Colonia
Popular y Puerto Bastiani, lugares donde se encuentran viviendas de los descendientes
de mis antepasados, acompañada de mi madre Yolanda Venturini, mi hija Brenda
Vandi, un grupo de alumnos junto a la profesora Inés Serezo quienes colaboraron muy
entusiastas en la recuperación e identificación del material que traíamos y los
testimonios y entrevistas de los donantes para exponer en el Museo.
Quería destacar además la gran tarea de Ertivio Acosta y expresar mi agradecimiento en
esta última etapa al acompañamiento de la querida Sol Zalazar que demostró su
preocupación, ejemplo de voluntad y acción para que esto se haga realidad.
Por último, Yoli Odría destacó la voluntad del Gobierno de la provincia del Chaco “por
resolver y ocuparse de esta demanda social para que el Museo continúe con su labor tan
importante como trasmisor de cultura en la sociedad. Gracias, infinitamente gracias en
nombre de los descendientes”.-
FUENTE: www.diarionorte.com