El escritor, poeta e indigenista dialogó con Chaqueña sobre sus comienzos en la escritura. “Leo todo lo que pasa por mis manos –dice– pero presto más atención a lo que la gente dice de forma clara y sencilla”.
“El principio de todo era escribir”. Lecko Zamora salió de la comunidad wichí y no sabía hablar castellano.
Esto le trajo dificultades para estar en la escuela. Perdió más de un año porque tenía que aprender castellano primero, así le dijeron en la escuela.
Él conocía las letras, aunque no sabía qué querían decir. “Era como ver algo escrito en francés o inglés; uno conoce las letras, pero no sabe cómo se pronuncian o qué significan”, cuenta sobre esa época de finales de los ´50 y principios de los ´60.
El idioma wichi lo sabía porque le había enseñado su hermana. La poesía ya está en los pueblos indígenas desde el momento en que empiezan a contar los relatos cosmogónicos. Hay un tono del decir las bellas palabras que le viene de las hermanas y de la madre. Escuchaba sus acentos y sus palabras, que eran más suaves que la de los hombres.
Cuando se afianzó en el ámbito escolar comenzó a escribir, por pedido de una maestra de la escuela. Eso le gustaba. No puede precisar dónde nació o cómo empezó, pero recuerda que a la maestra le gustaba lo que él escribía. A veces, en los eventos patrióticos le pedían que leyera. No estaba muy consciente de la escritura ni de la poesía, pero le gustaba lo que estaba haciendo. Nos remontamos a esos recuerdos y así comenzamos esta charla.
—Hay algo importante en tus inicios, tu voz y tus textos: ¿cuánto valor tiene la voz del propio escritor leyendo su producción?
—Hay que ser sinceros, escribir es un arte, así sea un carta a una chica, al patrón, al Estado. Cada carta tiene su estilo diferente. Escribir para relatar una situación tiene una estructura determinada. Estuve viviendo y trabajando durante muchos años en Venezuela y Bolivia. En esos lugares, las comunidades aborígenes saben leer y escribir.
Pero a veces les cuesta mucho redactar. Entonces yo hacía eso para las organizaciones indígenas. Ahí entré en conciencia del poder de la palabra y de lo escrito. Escribía algo y le daba para que revisaran si ellos estaban de acuerdo o no con lo que expresaba. Así se conformaba una conciencia entre nosotros de la importancia de saber escribir y manejar el idioma del otro. Luego alguien tenía que leer en voz alta y ahí volvían apuntarme.
Eso me ayudó a estar consciente de lo que leía y revisar antes lo que tenía escrito. Así aprendí a modular y expresar con fuerza determinadas cosas.
—En tus textos están presentes el pueblo, los árboles, los pájaros, la tierra, ¿la escritura toda viene de esos lugares?
—Siento atracción por escuchar a la gente. En mis comienzos empecé a escribir frases o cuestiones que buscaban hacer conscientes a los demás de las cosas que nos pasan a nosotros, los aborígenes. Transmitir lo que nos pasa en el ser interior de cada persona. La poesía no se limita a las palabras lindas o a las rimas. La poesía es lo que uno siente por dentro. Esos fueron mis comienzos. Abro un abanico, porque no sé exactamente responder cuándo nace la escritura, pero sí puedo identificar este recorrido que llevo haciendo.
El mensaje del pueblo indígena necesita llegar a todas partes. Así de simple. El mensaje del pueblo indígena necesita llegar a todas partes, así sean las palabras duras de la verdad. La verdad es poesía porque da luz. La verdad es parte de la luz de la poesía y creo que muchos en el pasado han utilizado esta forma de hablar o de decir con música o sin música. La intención es decir la verdad a través de la poesía.
—Ya en la escuela empezaste a leer en público tus textos, ¿qué recordás de aquellos años?
—Aunque no parezca -no sé si es timidez o cobardía-, me costaba leer delante del público. En la escuela no era fácil. Me costaba mucho. Yo decía sí, voy, leo, pero me costaba mucho. Siempre buscaba estar solo antes de que me llamaran a leer, para concentrarme un poco. No te olvides que yo hablaba otro idioma frente a la gente.
Una vez, yendo a un evento, creo que era un 25 de mayo, me olvidé de algo que tenía que decir y vuelvo corriendo a casa. Ahí encuentro a mi mamá y mi papá, que se estaban preparando para ir al acto. Ellos insistieron en que fuera a leer. Eso me cayó como agua fría. Me di cuenta de que hay gente pendiente de lo que uno va a decir.
Con el tiempo entendí que escribir y decir lo que uno hace sale con otra fuerza. Uno puede expresar mejor lo que uno ha sentido durante ese tiempo de escritura. Eso es lo que quisiera mostrar hacia afuera. Por eso leo lo que escribo. Sé lo que sentí mientras lo estaba escribiendo. Son muy pocos autores a los que he leído o recitado en algún momento. Sobre todo, otros poetas indígenas, porque entiendo con profundidad lo que están diciendo. No es discriminación, sino el sentir y el respeto hacia el otro.
—¿Qué poetas indígenas te atraen?
—Hay un poeta, Humberto Ak'abal, que nació en Guatemala pero vivió también en México y otros lugares. Tiene una poesía muy buena. Además, leo todo lo que pasa por mis manos. Pero presto más atención a lo que la gente dice de forma simple y sencilla. Ahí veo complejidad y veo un mensaje dentro de lo que ellos dicen.
En cambio, algunos textos -con todo respeto- ni siquiera entiendo lo que dicen. A veces, por las mismas palabras. No he estudiado tanto y no sé mucho del idioma castellano. Leo algunas cosas, y si tengo interrupciones en la lectura me cuesta seguir, las suelto. Hay escritores que tienden a complejizar cosas que no son necesarias. Necesitamos que todo el mundo entienda lo que es el amor, las letras, lo que es poesía, lo que es fraternidad, solidaridad, esas cosas son importantes. Hace falta más luz y simpleza en el mundo.
—En la cosmovisión de la comunidad wichi no hay una idea de perfección. Es una postura de vida muy liberadora, tanto para la escritura como para la vida…
—Dentro de la simpleza está lo más complejo. Aprender a vivir, a comprender y entender al otro. La cosmogonía está escrita en un idioma y en una forma muy simple, pero el simbolismo que carga nos cuesta muchísimo vivirlo.
El complejo paradigma occidental ha confundido todo al entrar, invadir, físicamente y geográficamente, el territorio de otras culturas. Ha causado muchos problemas. Entraron en el cuerpo y en el alma de la gente con otras ideas, con otros dioses, con otros santos, imponiendo que eso es la verdad. Esa verdad que trajeron es oscura y nos confunde. Toda esa confusión les rebota, porque les cuesta vivir humanamente.
—Participaste hace muy poco del festival de poesía, ¿cómo te sentiste y qué significó para vos esa intervención?
—A ese festival me invitaron Claudia Masin y Francisco Teté Romero, un gran amigo. En esos espacios es necesario escuchar la voz del pueblo indígena. Más allá de que estos festivales a veces son selectivos y participa “lo mejor” para uno u para otros.
Pero la poca participación de la cultura indígena dice mucho. Uno podría negarse por esa sola razón. La política cultural de la provincia no está bien llevada desde hace mucho tiempo. La acción cae en hacer cultura con ciertos sectores o en ciertos lugares. En ese contexto, acepté con gusto.
—Pero, ¿te sentiste solo?
—De alguna manera, sí. La situación lamentable que estamos viviendo los pueblos no es solo en lo social y en lo humano, sino también en el medio ambiente. El medio ambiente está siendo fuertemente perseguido y destrozado. ¿Cómo es posible que la cultura, la lectura, la poesía, la intelectualidad, no se den cuenta de que eso va en contra de nuestra existencia? En la medida en que se sigan desmontando estas tierras vamos a sufrir mucho, en carne propia, el desastre ambiental. El lema del festival era “Cultura es Resistencia”.
Si “Cultura es Resistencia”, poesía es Resistencia, poesía es verdad, poesía es justicia, hay que decirlo. Entonces, participé más bien como la voz del monte, árbol de los pájaros y de la tierra. Participé desde la voz de los pueblos indígenas, de alguna manera en esa situación nunca me siento solo.
Nunca siento que estoy hablando al aire, siento que me estoy hablando a mí mismo, que estoy hablando a nuestros ancestros, les estoy diciendo a ellos que sigo siendo eco de sus voces. Con mucho amor, estoy hablando a los oídos que me puedan escuchar y entender.
“Occidente inventó que hay una cultura inferior”
Hace poco tiempo tuvo lugar en el Chaco la Semana de los Pueblos Indígenas. Lecko Zamora dijo que fue un tiempo para la reflexión y que no hay nada para celebrar. Hablamos de poesía y cultura como un concepto que no está muy lejos uno de otro.
Lecko puso en valor la cultura ancestral: “¿Qué cultura puede formarse en 200 años? Las culturas se forman en milenios donde la gente tiene un mismo principio. Las neo-naciones se crearon en los últimos años.
Encima, son racistas y creen que tienen una cultura superior. La cultura no es solo hablar bonito y escribir bonito, es cómo tratás al otro, cómo te tratás vos, eso es poesía. La vida de una persona no depende de su ropaje, sino de lo que hace”, afirma.
—En pleno siglo XXI seguimos hablando de “cultura superior” y “cultura inferior”. ¿Qué significa eso para vos?
—Occidente ha inventado que hay una cultura inferior. Los pueblos indígenas representan para ellos esa cultura inferior. Incluso a lo largo de la historia negaban la posibilidad de que los indígenas tuvieran alma.
El alma y el espíritu es donde se guarda lo más hermoso de lo que tiene cada ser humano. Desde mi cosmovisión, afirmo que toda la gente de diferentes culturas y de cualquier parte del mundo nace con las mismas capacidades y las mismas potencialidades para tener amor, cariño, comprensión, verdad. Todo eso depende del medio y de cómo se eduquen.
Eso se está perdiendo. Desde niños, hoy el Estado -a través de sus gentes- dicen qué es lo que hay que enseñar a los niños. El asunto es la educación que nos dan -que es más información que educación.
Tenemos en los orígenes un relato de Tokwaj que te enseña a vivir bien, a tener armonía con vos mismo y con el todo. Sin embargo, hay otra cultura que se cree superior y arrasa con kilómetros de tierra, riega el suelo con glifosato, contamina los ríos.
Esas acciones bestiales son llevadas adelante porque solo se piensa en el bolsillo. Si uno mira desde arriba qué es más poesía, el paradigma occidental o el paradigma indígena, no tengo ninguna duda a la hora de elegir.
—El día del indio americano planteaste que no es para festejar, sino para reflexionar. ¿Hay un día en el seno de la comunidad para festejar su cultura, su identidad, su cosmovisión?
—Hay que estar consciente de que el mundo criollo, que desciende de la invasión europea, siempre siguió pensando como sus abuelos. Piensan cómo combatir y extinguir a los pueblos indígenas. Eso es para imponer lo que ellos creen que es la civilización, el desarrollo y el progreso.
Incluso de cómo ellos son los únicos seres vivientes de la Argentina. Cristina Kirchner lo dijo en una oportunidad: aquí están presentes los que vienen de los hijos de quienes llegaron en barcos al país, lo dijo. Hay muchos que piensan de esa manera.
Entonces, la lucha continúa con ese egoísmo heredado del mundo occidental. Es tan fuerte eso, que siempre buscan la manera de convertir, civilizar, educar, transformar, trasmutar a los indios al criollismo o al occidentalismo, como si eso fuera la perfección.
No se les ocurre crear un espacio para todos. Esta tierra es robada, invadida, usurpada a los pueblos indígenas. La creación de ese nuevo dios que llaman Estado no les da ningún derecho -ni fundamento- para entrar en la casa de su vecino, plantar su bandera y sacarlos para afuera. Han utilizado las guerras, las masacres, las religiones, las escuelas del catolicismo y evangelismo para transformar la cultura del otro.
En 1940 estábamos conscientes de la guerra mundial. Entonces, los Estados necesitaban fortalecer lo que tenían acá en el continente, carne y agricultura. Pero necesitaban justificar algo frente a los pueblos indígenas. Para ellos, los pueblos tenían un gran pasado y entonces hay que gastar plata para ver cómo comen y cómo copulan, cómo hacen la vida. Eso hacen los científicos sociales que fueron entronizados en la creación del Instituto Indigenista Interamericano en 1940.
La misión de ellos era transformar al indígena en el ciudadano del país donde estuviera. Se buscó un culpable del estado de las comunidades aborígenes y se lo cargaron a los españoles. Que sí fueron culpables, pero no hay que olvidar que en la creación del Estado, estos terminaron lo que habían empezado los españoles. Siguieron exterminando, dominando y asesinado a los pueblos.
Aquí mismo, en la provincia y en la región, hay ejemplos muy claros en El Zapallar, Napa
“Occidente inventó que hay una cultura inferior”
Hace poco tiempo tuvo lugar en el Chaco la Semana de los Pueblos Indígenas. Lecko Zamora dijo que fue un tiempo para la reflexión y que no hay nada para celebrar. Hablamos de poesía y cultura como un concepto que no está muy lejos uno de otro.
Lecko puso en valor la cultura ancestral: “¿Qué cultura puede formarse en 200 años? Las culturas se forman en milenios donde la gente tiene un mismo principio. Las neo-naciones se crearon en los últimos años.
Encima, son racistas y creen que tienen una cultura superior. La cultura no es solo hablar bonito y escribir bonito, es cómo tratás al otro, cómo te tratás vos, eso es poesía. La vida de una persona no depende de su ropaje, sino de lo que hace”, afirma.
—En pleno siglo XXI seguimos hablando de “cultura superior” y “cultura inferior”. ¿Qué significa eso para vos?
—Occidente ha inventado que hay una cultura inferior. Los pueblos indígenas representan para ellos esa cultura inferior. Incluso a lo largo de la historia negaban la posibilidad de que los indígenas tuvieran alma. El alma y el espíritu es donde se guarda lo más hermoso de lo que tiene cada ser humano.
Desde mi cosmovisión, afirmo que toda la gente de diferentes culturas y de cualquier parte del mundo nace con las mismas capacidades y las mismas potencialidades para tener amor, cariño, comprensión, verdad. Todo eso depende del medio y de cómo se eduquen.
Eso se está perdiendo. Desde niños, hoy el Estado -a través de sus gentes- dicen qué es lo que hay que enseñar a los niños. El asunto es la educación que nos dan -que es más información que educación.
Tenemos en los orígenes un relato de Tokwaj que te enseña a vivir bien, a tener armonía con vos mismo y con el todo. Sin embargo, hay otra cultura que se cree superior y arrasa con kilómetros de tierra, riega el suelo con glifosato, contamina los ríos.
Esas acciones bestiales son llevadas adelante porque solo se piensa en el bolsillo. Si uno mira desde arriba qué es más poesía, el paradigma occidental o el paradigma indígena, no tengo ninguna duda a la hora de elegir.
—El día del indio americano planteaste que no es para festejar, sino para reflexionar. ¿Hay un día en el seno de la comunidad para festejar su cultura, su identidad, su cosmovisión?
—Hay que estar consciente de que el mundo criollo, que desciende de la invasión europea, siempre siguió pensando como sus abuelos. Piensan cómo combatir y extinguir a los pueblos indígenas. Eso es para imponer lo que ellos creen que es la civilización, el desarrollo y el progreso.
Incluso de cómo ellos son los únicos seres vivientes de la Argentina. Cristina Kirchner lo dijo en una oportunidad: aquí están presentes los que vienen de los hijos de quienes llegaron en barcos al país, lo dijo. Hay muchos que piensan de esa manera. Entonces, la lucha continúa con ese egoísmo heredado del mundo occidental.
Es tan fuerte eso, que siempre buscan la manera de convertir, civilizar, educar, transformar, trasmutar a los indios al criollismo o al occidentalismo, como si eso fuera la perfección. No se les ocurre crear un espacio para todos.
Esta tierra es robada, invadida, usurpada a los pueblos indígenas. La creación de ese nuevo dios que llaman Estado no les da ningún derecho -ni fundamento- para entrar en la casa de su vecino, plantar su bandera y sacarlos para afuera. Han utilizado las guerras, las masacres, las religiones, las escuelas del catolicismo y evangelismo para transformar la cultura del otro.
En 1940 estábamos conscientes de la guerra mundial. Entonces, los Estados necesitaban fortalecer lo que tenían acá en el continente, carne y agricultura. Pero necesitaban justificar algo frente a los pueblos indígenas. Para ellos, los pueblos tenían un gran pasado y entonces hay que gastar plata para ver cómo comen y cómo copulan, cómo hacen la vida.
Eso hacen los científicos sociales que fueron entronizados en la creación del Instituto Indigenista Interamericano en 1940. La misión de ellos era transformar al indígena en el ciudadano del país donde estuviera.
Se buscó un culpable del estado de las comunidades aborígenes y se lo cargaron a los españoles. Que sí fueron culpables, pero no hay que olvidar que en la creación del Estado, estos terminaron lo que habían empezado los españoles.
exterminando, dominando y asesinado a los pueblos. Aquí mismo, en la provincia y en la región, hay ejemplos muy claros en El Zapallar, Napalpí, Rincón Bomba. Hay mucha gente que no quiere recordar esos hechos porque hay abuelos que participaron de esas matanzas indígenas, que no fueron hace muchos años. La gente quiere olvidar sin que haya justicia.
—El dolor sigue estando vivo.
—En la medida en que la gente se invente algo en la cabeza, se perfume, el dolor igual quedará en el pueblo hasta que no haya justicia. En 1940 prepararon el camino para que los indios fueran criollos, ya sea argentinos, peruanos o mexicanos. Sin embargo, nuestra cultura es fuerte.
La cultura es fuerte porque es milenaria. Creo que es necesario entender que la unidad en la diversidad es posible, en eso hay que trabajar. Por ello, en la declaración de los decenios de los pueblos indígenas se pidió a las Naciones Unidas ir a la OEA para que cierre el Instituto Indigenista Interamericano. El 19 de abril ya no tiene valor, porque se derogó ese 19 de abril.
No hay razón para recordar ese día, pero al Estado le conviene hacer circo. Al principio era una fiesta. El 19 de abril lo que pasó fue la creación del Instituto, la entronización de indigenistas que piensan, hablan, dicen por el indígena. Hoy hay muchos de esos en las sectas evangélicas, católicas, en las ong, en abogados que se conocen muy bien.
Ellos entorpecen el camino, porque lo que se necesita es lograr una conexión, sea con el Estado nacional, provincial, municipal, que reconvierta el 19 de abril como día de reflexión donde todos los representantes de las comunidades aborígenes se sienten a reflexionar con los gobiernos para buscar una salida a nuestros problemas. Sigue habiendo intermediarios y nosotros no somos niños. Nunca hemos sido niños. La niñez se ve más en la occidental, al creer que van a engañar a la gente haciendo maldades.
Para no irme tan lejos, traigo un ejemplo vivo y reciente: lo que están por hacer con la cría de porcinos en El Espinillo. Consultaron con el Intendente, pero deberían haber consultado con todas las comunidades indígenas del lugar. Aquí todavía convivimos dos formas de vida. Hasta que no se aclare esa situación, va a seguir la confusión en favor de los manipuladores políticos. lpí, Rincón Bomba. Hay mucha gente que no quiere recordar esos hechos porque hay abuelos que participaron de esas matanzas indígenas, que no fueron hace muchos años. La gente quiere olvidar sin que haya justicia.
—El dolor sigue estando vivo.
—En la medida en que la gente se invente algo en la cabeza, se perfume, el dolor igual quedará en el pueblo hasta que no haya justicia. En 1940 prepararon el camino para que los indios fueran criollos, ya sea argentinos, peruanos o mexicanos. Sin embargo, nuestra cultura es fuerte.
La cultura es fuerte porque es milenaria. Creo que es necesario entender que la unidad en la diversidad es posible, en eso hay que trabajar. Por ello, en la declaración de los decenios de los pueblos indígenas se pidió a las Naciones Unidas ir a la OEA para que cierre el Instituto Indigenista Interamericano. El 19 de abril ya no tiene valor, porque se derogó ese 19 de abril. No hay razón para recordar ese día, pero al Estado le conviene hacer circo. Al principio era una fiesta.
El 19 de abril lo que pasó fue la creación del Instituto, la entronización de indigenistas que piensan, hablan, dicen por el indígena. Hoy hay muchos de esos en las sectas evangélicas, católicas, en las ong, en abogados que se conocen muy bien.
Ellos entorpecen el camino, porque lo que se necesita es lograr una conexión, sea con el Estado nacional, provincial, municipal, que reconvierta el 19 de abril como día de reflexión donde todos los representantes de las comunidades aborígenes se sienten a reflexionar con los gobiernos para buscar una salida a nuestros problemas. Sigue habiendo intermediarios y nosotros no somos niños.
Nunca hemos sido niños. La niñez se ve más en la occidental, al creer que van a engañar a la gente haciendo maldades. Para no irme tan lejos, traigo un ejemplo vivo y reciente: lo que están por hacer con la cría de porcinos en El Espinillo. Consultaron con el Intendente, pero deberían haber consultado con todas las comunidades indígenas del lugar. Aquí todavía convivimos dos formas de vida. Hasta que no se aclare esa situación, va a seguir la confusión en favor de los manipuladores políticos.-